Los huertos escolares se han consolidado como una herramienta pedagógica imprescindible en centros educativos de toda España. Más allá de ser un espacio donde cultivar hortalizas, poco a poco se han convertido en auténticas aulas al aire libre, donde el alumnado aprende valores esenciales como la sostenibilidad, el trabajo en equipo, la paciencia y el respeto por la naturaleza.
Un huerto escolar enseña mucho más que horticultura. Permite a niñas y niños descubrir de dónde vienen los alimentos que consumen a diario, comprender los ciclos naturales, responsabilizarse del cuidado de seres vivos y valorar el esfuerzo y la constancia. Además, actúa como un recurso transversal que puede aplicarse a materias como ciencias naturales, matemáticas, arte o incluso lengua, fomentando así un aprendizaje práctico y significativo. No menos importante es su capacidad para generar conciencia medioambiental desde edades tempranas, algo esencial en un momento en el que la emergencia climática es ya una realidad palpable.
La DANA del 29 de octubre: un duro golpe para la comunidad escolar
El pasado 29 de octubre de 2024, València se vio afectada por una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) que dejó imágenes desoladoras en múltiples municipios. Calles anegadas, viviendas inundadas y, colegios, huertos escolares y jardines educativos completamente destrozados por la riada.
Muchos de los centros educativos que contaban con espacios verdes y huertos de aprendizaje vieron cómo el trabajo de meses —e incluso de años— desaparecía en cuestión de horas.

El poder de la colaboración
Frente a este panorama, Rocalba se unió a la iniciativa impulsada por COMPO. La propuesta es clara: ayudar a que los huertos escolares de los centros afectados puedan volver a la vida cuanto antes, devolviendo tanto al profesorado como al alumnado, ese espacio de aprendizaje y conexión con la naturaleza que tanto valor aporta en su día a día.
COMPO ha aportado sustrato, abono, humus, fertilizantes, insecticidas y fungicidas, mientras que Rocalba ha contribuido con sobres de semillas de calabacín, cebolla, fresón, calabaza, aromáticas y otras variedades, una sinergia entre empresas para devolver la vida y el aprendizaje verde a los huertos escolares.

Una aportación con el objetivo de ayudar a los centros educativos la posibilidad de sembrar cultivos sencillos, agradecidos y didácticos, que permitan a los estudiantes recuperar el entusiasmo por trabajar la tierra y ver cómo, a pesar de la adversidad, la naturaleza siempre ofrece una nueva oportunidad.
“El envío por parte de las marcas ha sido de gran utilidad”, afirma Sergio Gil del instituto Florida Secundaria de Catarroja, “con todo lo ocurrido este año, volver a poner en marcha el proyecto nos tiene muy ilusionados y contentos”. El tutor del huerto escolar afirma que “muchos alumnos colaboraron enseguida en la limpieza de piedras y materiales” que llegaron tras la riada, “conseguimos poner en marcha el trabajo en marzo, y a partir de septiembre comenzaremos de nuevo con el invernadero”.
Un mensaje de resiliencia y esperanza verde
El huerto escolar simboliza muchas cosas, pero quizá la más importante sea la capacidad de renacer, de volver a brotar tras el golpe. Porque si algo enseña la horticultura, es que después de la tormenta, siempre llega la calma… y una nueva cosecha.
Desde Rocalba y Compo, nos sentimos orgullosos de poder formar parte de esta iniciativa y reafirmamos nuestro compromiso con la educación ambiental. Porque un huerto escolar no es solo un lugar para cultivar hortalizas: es un espacio donde se siembra futuro.
